Abracadabra

miércoles, 2 de noviembre de 2011

CARTA DE UN HIJO A TODOS LOS PAPAS DEL MUNDO

No me des todo lo que pido. A veces solo pido para ver hasta cuando puedo tomar. Te respeto menos cuando lo haces y me enseñás a gritar a mi también y yo no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes. Si en vez de órdenes, a veces me pidieras  las cosas, yo la haría más rápido y con más gusto. 
Cumplí las promesasbuenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo, pero tambíen si es castigo. 
No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o con mi hermana. Si me preferís antes que los demás, alguien va sufrir y si preferís a los demás seré yo quien sufra. 
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer, decidite y mantené la decisión. 
Dejá que intente valerme por mí mismo. Si vos hacés todo por mí, yo nunca podré aprender. 
No digas mentiras, ni me pidas que las diga por vos, aunque sea para sacarte del apuro. Me haces sentir mal y perder fe en lo que decís. 
Cuando yo hago algo malo, no me exijas que te diga el porque lo hice. A veces ni yo mismo lo sé.
Cuando estes equivocado en algo, admítelo. Crecerá la opinión que yo tengo de vos y me enseñarás a admitir mis equivocaciones .
Tratáme con la misma amabilidad y cordialidadd con que tratás a tus amigos, que seamos familia, no quiere decir que no podamos también ser amigos. 
No me digas que haga una cosa que vos no querés hacer. Yo aprenderé y haré siempre lo que vos hagas.
Enseñame a amar 
Escúchame: Cuando te cuente un problema mío, no me digas: no tengo tiempo para pavadas o eso no tiene importancia tratá de comprenderme y ayudarme.
Quereme. Quereme y decímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque vos no creas necesario decirmelo.
UN HIJO
EL VUELO DE LOS GANSOS
"La ciencia ha descubierto que los gansos vuelan formando una V, porque cuando cada pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al ganso que va detrás de él.
Volando en V, toda la banda aumenta por lo menos en un 70%
su poder de vuelo que si cada pájaro lo hiciera solo".

Conclusión: Cuando compartimos una dirección común y tenemos sentido de comunidad,
podemos llegar a donde deseamos más fácil y rápido. Esto es el apoyo mutuo.

"Cada vez que un ganso se sale de la formación y siente la resistencia del aire,
se da cuenta de la dificultad de volar solo y de inmediato se incorpora de nuevo
a la fila para beneficiarse del poder del compañero que va adelante".

Conclusión: Si tuviéramos la lógica de un ganso nos mantendríamos con aquellos
que se dirigen en nuestra misma dirección.

"Cuando un líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás
y otro ganso toma su lugar".

Conclusión: Obtenemos resultados óptimos cuando hacemos turnos para realizar los trabajos difíciles.

"Los gansos que van detrás producen un sonido propio de ellos
y lo hacen con frecuencia para estimular a los que van adelante para mantener la velocidad".

Conclusión: Una palabra de aliento produce grandes resultados.

"Cuando un ganso enferma o cae herido por un disparo, dos de sus compañeros se salen de la formación
y lo siguen para ayudarlo y protegerlo y se quedan con él hasta que esté nuevamente
en condiciones de volar o hasta que muere".

Conclusión: Sólo si tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos
uno al lado del otro ayudándonos y acompañándonos.


Un señor maduro con una oreja verde
Un día, en el expreso Soria-Monterde,

vi subir a un hombre con una oreja verde.

Ya joven no era, maduro parecía,

salvo la oreja, que verde seguía.

Le dije: Señor, usted tiene cierta edad;

dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?

Me contesto amablemente: Yo ya soy persona vieja,

pues de joven, sólo tengo esta oreja.

Es una oreja de niño que me sirve para oír

cosas que los adultos nunca se paran a sentir;

oigo también a los niños cuando cuentan cosas

que a una oreja madura parecerían misteriosas...

Así habló el Señor de la oreja verde

aquel día, en el expreso Soria-Monterde.

Gianni Rodari

Cuento: EL CHINGOLO de Gustavo Roldán

Nunca fue tonto el Chingolo; incluso algunas veces tuvo problemas por ser demasiado pícaro, pero hasta el mejor cazador se le escapa la liebre.

Y esa vez se descuidó de puro abreboca. O tal vez no, tal vez estaba demasiado cansado por haber estado todo el día persiguiendo chingolitas. Estas cosas no se saben nunca con toda claridad. 


Lo cierto es que una mañana muy fría, en que cayó una helada como para enfriar hasta el infierno, el Chingolo se despertó con las patitas en un charco que se había congelado.

Logró dar algunos saltos con las patas metidas en el trozo de hielo, pero no había formas de sacarlas de ahí. Entonces comenzó a buscar ayuda.

-Señor Sol –le dijo al Sol-, ¿podría ayudarme y derretir este pedazo de hielo que me tiene preso?

-Lo haría con gusto –dijo el Sol-, pero no puedo porque me ataja una Nube

-Señora Nube, ¿podría ayudarme y derretir este pedazo de hielo que me tiene preso?

-Me gustaría ayudarte – dijo la Nube-, pero no puedo porque me empuja el Viento.

Señor Viento, ¿podría ayudarme y derretir este pedazo de hielo que me tiene preso?

-Nada me gustaría más que ayudarte – dijo el Viento-, pero no puedo porque me ataja el Quincho.

-Señor Quincho, ¿podría ayudarme y derretir este pedazo de hielo que me tiene preso?

-Lo haría, Chingolito, claro que lo haría, pero no puedo porque me quema el Fuego.

A los saltos, siempre con las patitas juntas, fue a buscar al Fuego.

-Señor Fuego, ¿podría ayudarme y derretir este pedazo de hielo que me tiene preso?

-Lo haría con toda alegría, pero no puedo porque me ataja la Piedra.

-Señora Piedra, ¿podría ayudarme y derretir este pedazo de hielo que me tiene preso?

-Me gustaría –dijo la Piedra-, pero no puedo porque sólo el Hombre me mueve de mi lugar.

El Chingolo nuevamente saltó y saltó con las patitas juntas, hasta que llegó a la casa del Hombre.

Y con todo cuidado rompió el trozo de escarcha y dejó libres las patitas del Chingolo. Pero de tanto andar a los saltos con las patas juntas ya se había acostumbrado a vivir así.

Y así siguió para siempre. Y también para siempre se quedó cerca de la casa del Hombre, comiendo los trocitos de maíz que nunca dejan de caer del mortero, unas veces porque saltan con los golpes y otras veces porque el Hombre saca un puñado bien molido y lo desparrama para que no le falte comida a este compañero tan alegre y divertido.



http://bpcd35.blogspot.com/2010/03/cuentos-de-gustavo-roldan.html

Cuento: NOCHES DE REYES A SALTOS de Gustavo Roldán

El sapo andaba atareado y nervioso, revolviendo entre los yuyos y juntando cosas. No tenía tiempo casi ni para saludar.

-Esta noche vienen, ¿eh, don Sapo? -preguntó el coatí.

-Ay, don Sapo, no veo la hora de que lleguen -dijo la paloma.

-No sé si voy a poder dormir esta noche -dijo la iguana.

-Bah -dijo la lechuza-, ése es un sapo mentiroso. Seguro que les anduvo contando el cuento de los Reyes Magos.

-Don Sapo nos dijo que esta noche van a venir con regalos- contestaron el coatí y la paloma.

-¿Sí?- dijo la lechuza-, y también les habrá dicho que vendrán montados en camellos. ¿Me quieren explicar cómo hacen los camellos para cruzar el mar? ¿A que eso no les dijo?

-Claro que sí. Nos contó que había sido un problema, y por eso ahora vienen montados en sapos, que sí saben cruzar el mar. A saltos, claro.

-¿Y para cruzar las montañas? ¿Los sapos saben cruzar las montañas? ¿A que eso no les dijo?

-Sí nos dijo, sí nos dijo. Andan todo el día a los saltos para practicar el cruce de las montañas. Ésa es la forma de cruzarlas, a saltos.

-Bah- dijo la lechuza-, ése sapo es un mentiroso. ¡Miren si los Reyes Magos van a cambiar los camellos por sapos! ¿Alguien los ha visto montados en sapos? ¿A que eso no les dijo?

-Sí nos dijo, claro que sí. Nadie los vio porque los sapos no hacen ruido al saltar y llegan despacito cuando todos están dormidos. Los camellos hacen mucho ruido.

-Bah -dijo la lechuza-, se van a quedar con las ganas porque esta noche no va a venir nadie.

En la noche brillaba una luna redonda y blanca. El coatí, la paloma, el quirquincho y mil animales más daban vueltas sin poderse dormir. Al final, como sin darse cuenta, se durmieron más temprano que nunca. Sólo quedó despierto el canto de las ranas.

Aquel 6 de enero todos se despertaron muy temprano.

-¡Vinieron los Reyes! ¡Vinieron los Reyes!- gritaban picos y hocicos.

Al lado de cada uno había un regalo. Una pluma roja para la paloma gris. Un higo maduro para el coatí. Una flor de mburucuyá para la iguana. Y así mil cosas para los mil animales.

-¡Vinieron los Reyes! ¡Vinieron los Reyes!- gritaban todos.

¿Todos? Bueno, todos no. En un rincón, tras de un árbol caído, el sapo dormía sin que los ruidos pudiesen sacarlo de su cansancio. Había andado a saltos toda la noche, y ahora soñaba con Reyes Magos montados en sapos, y hablando en sueños decía:

-Ja, si sabrá de Reyes Magos este sapo.